Dani Olmo cierra la fiesta de España
Un golazo del interior español en la última curva sella un partido en el que Albania, más rival de lo previsto, puso en problemas al bloque de Luis Enrique
En una fiesta hay de todo. Música, regalos, gente revoltosa, lista de invitados y un escenario de lujo. De todo hubo en el RCDE Stadium. Cuando parecía que Albania se iba de parranda apareció Dani Olmo con un golazo. A España le costó descifrar al rival. Ferran Torres inauguró la cuenta y el empate fue un servicio diplomático que aprovechó Uzuni para marcar sin querer.
Luis Enrique quería trasladar al césped lo que corrige en el pantallón de los entrenamientos. El atrevimiento del seleccionador es legendario. Entregó la puerta a David Raya, el arquero del Brentford, su sorpresa entre la militancia, solvente con el juego de pies como pide el técnico en este siglo.
El grueso del bloque mundialista está hecho. En la banda izquierda eligió a Marcos Alonso, de perfil diferente a Jordi Alba y Gayà, uno de los ausentes. Esa posición no quita el sueño a nadie con estos reclutas.
18 años (uno más que Gavi) sumaba España sin pisar Cataluña, una goleada de la política al fútbol. El envoltorio fue de fiesta, con un ambientazo de día grande al que había que responder con buen juego. Sería bochornoso no repetir pronto esta visita. Las burbujas de la grada no se trasladaron al verde hasta la última curva.
Falta de profundidad
En un partido así el agujero por la falta de Busquets, el último póster de Sudáfrica, se supone menor. Se trata de un jugador al que cada seis meses se pretende retirar. Un día llegará el acontecimiento por la tiranía del calendario y entonces dirán que ya lo decían ellos. En su sala de mandos compareció un relevo fiable, Rodri, un eslabón entre la escuela de Simeone y la de Guardiola. El pivote del City respondió con el aplomo habitual. Sin embargo, algo se muere en el equipo sin Busquets.
Estaba impreso en el programa del festejo. El balón era de España. Faltaba ver qué podía hacer con él. En la tarea destacaba Ferran Torres, una pluma en la derecha. A la agitación inicial, lógica por la fiebre en el anfiteatro, le sucedió un atasco ante un rival aguerrido.
Albania no es la selección de los años 80, un producto fácil para el meme y el chiste. Ahora, con sus limitaciones, ha abandonado el submundo del fútbol. En esta época ya no se reparten chuches. En sus filas se abrazan jugadores de las grandes ligas de Europa.
Su músculo se anteponía al ingenio español. En la banda derecha Iván Balliu, el lateral del Rayo, daba problemas. Pocos para los que creaba Broja, el ariete del Southampton, un acorazado que examinaba a Eric García y Pau Torres. El delantero se ganó entrar en más de una agenda. Albania construyó un muro y no bastaba con Pedri.
La luz de Pedri
El azulgrana, tras pagar el pecado de tirarse doce meses entre continentes y balones, ahora ve el fútbol como si el campo midiera 300 metros. El espacio corto es una finca. Cuando se le encuentra hay movimiento en el asiento. El problema es que España rellenaba la casilla de falta de profundidad. Salvo un remate de Ferran y otro del propio Pedri, la portería albanesa no tembló.
El minutero volaba y España no encontraba respuestas. El juego se desplomó y sólo le quedaba la grada, de matrícula todo el partido. Cuando revolvió el banquillo Luis Enrique buscó más chispa. Con esa misión entraron Dani Olmo, Carlos Soler y Yeremy Pino, fino en su sociedad con Ferran Torres para que el delantero rompiera el cerco montado cerca de Berisha.
Tras el regalo del empate a Uzuni llegó el arrebato de genialidad de Dani Olmo, un buscador de escuadras. El golazo alivió al equipo español. Era el momento de apagar el equipo de música 18 años después. Hay que volver antes.