Brahim es un regalo para el Madrid
El malagueño firma un golazo monumental para aclarar la eliminatoria, aunque acaba lesionado. El Leipzig, superior en muchas fases, se estrella con un Lunin que se doctora en Champions
Brahim Díaz ha decidido ser protagonista en el Real Madrid. En una noche alemana a la antigua usanza, superado en muchas fases, el equipo blanco arrancó una victoria de oro gracias a la jugada de museo del malagueño, una acción individual desde la banda derecha eliminando a rivales hasta colocar en la escuadra. Genio. También debe un alto porcentaje del éxito a Andrei Lunin, un gigante con sangre de hielo, capaz de sacar tres manos prodigiosas para contener al Leipzig y teñir la eliminatoria de color blanco.
Porque el Madrid no fue mejor. Ni mucho menos. Especialmente en el primer tiempo. Créanme si les digo que fue buena noticia alcanzar el descanso con 0-0. Cuatro días después del extraordinario partido ante el Girona, el Real Madrid ofreció medio partido espantoso, sin control del balón, del juego ni de las emociones. Con la alineación lógica, sin más inventos que Tchouaméni como central porque no hay más cera que la que arde, pudo y debió estar por detrás desde el minuto 2, con un gol anulado a Sesko por lo que parecía fuera de juego del esloveno. No lo era porque lo anulaba Rodrygo, pero se mantuvo la decisión, se supone que por un supuesto empujín (no llegó ni a empujón) de Henrichs, que sí que estaba en fuera de juego, a Lunin. Ay, el VAR. Pero no fue la única del Leipzig en el arranque. Conectaron Olmo y Sesko en dos ocasiones. En una falló el remate. En otra ganó Lunin el mano a mano haciéndose enorme.
Es verdad que el Madrid se recompuso algo después del cuarto de hora, después de hartarse a perder balones en la salida. Encontró a Kroos para alargar las posesiones, pero no había finura en el pase. Ahora Valverde, después Mendy, más tarde Nacho… Un recital de pérdidas que menguaron a los blancos y agigantaron a un Leipzig con personalidad. Rose colocó a Henrichs en la medular junto a Schlager y liberó a los enganches, Simons y Olmo. De los dos ex azulgranas, el español hizo mucho más daño desde la derecha, dando velocidad al juego y orientándolo hacia Sesko.
La ausencia de Bellingham dejó a Vinicius como referencia ofensiva casi única. Rodrygo recuperó el gesto melancólico de algún tramo de la temporada, y Brahim, el reemplazo del inglés, sí ayudó algo ofreciéndose entre líneas. Gulacsi intervino en un par de acciones, con un tiro blando cruzado de Camavinga tras un córner y otro duro y centrado de Kroos. Pero la única opción medio clara fue una colada de Vini por izquierda, solo contra cuatro, para ganar línea de fondo y centrar al área pequeña. Rodrygo no llegó a cabecear por un dedo. El primer acto acabó con bronca, después de una caída de Openda que continuó el Leipzig en ataque, recuperó el Madrid para montar la contra y el colegiado no cortó. Abucheos para árbitro y equipo contrario.
El segundo tiempo no cambió la dinámica. De hecho, sacó el Madrid y antes del minuto ya tenía e córner en contra. Pintaba feo el panorama, sin ningún asomo de optimismo, cuando cambió la eliminatoria. Recibió Brahim de espaldas en banda derecha, quebró a Raum e inició la diagonal con la pelota cosida a la bota izquierda. Con un toque esquivó a Simons, con otro se zafó de Schlager, y cuando salía Orbán a tapar dibujó un arco perfecto a la escuadra más alejada, venciendo a Gulacsi. Celebró Brahim como Belingham, aunque recordó más a Maradona. Un golazo monumental.
El 0-1 despejó el horizonte blanco, pero no mejoró su juego. Sufrió mucho el Madrid por el izquierdo, con Mendy muy abierto como si le hubieran ordenado frenar a Simakan. El peligroso era Dani Olmo, que generó mucho entre líneas. El Leipzig llegaba bien al área, pero al rematar se le apagaban las luces. Se reivindicó Andrei Lunin, que contestó a una doble ocasión de Olmo y Sesko poniendo mano y cuerpo. El trabajo del meta ucraniano en el juego aéreo fue impecable, y bien que lo agradecieron los defensores madridistas. Esa seguridad facilitó también la salida a la contra del Madrid, que pudo dejar la eliminatoria virtualmente sentenciada. Condujo Brahim por el centro, abrió a Vinicius, el brasileño quebró a Klostermann y el toque sutil, cruzado, se fue a la base del poste. El rebote salió entre Rodrygo y Brahim, que habían seguido la jugada.
El Leipzig fue desinflándose como un globo rojiblanco. Rose buscó más energía con un triple cambio. Se fue Openda, casi inadvertido, y su sustituto, Poulsen se ganó la amarilla nada más entrar. Síntoma de ese plus de agresividad. También entró Haidara, que fue protagonista. Arrancó Brahim en su campo, otra vez pelota cosida al pie, acostando a rivales hasta que el gemelo se rompió y le dejó clavado. Levantó la mano el malagueño, pero el maliense siguió la jugada, metió a Sesko y obligó a Lunin a hacer la parada de la noche. Kroos se fue a por Haidara por la falta de deportividad, Nacho a por Rose. No era la misma acción que en la primera parte. No, señor. Entraron Lucas y Joselu, y en el intercambio de golpes pudo marcar cualquiera pero no marcó nadie. Porque Lunin sacó dos remates duros de Simons y Haidara, y porque Joselu no tuvo suerte en la volea. Habría sido excesivo. El Madrid regresa de Alemania con un resultado magnífico, aunque no podrá descuidarse en la vuelta. Mejor para sus aficionados.