La maquinaria futbolística funciona a ritmo vertiginoso. Jugadores y entrenadores acostumbran a quejarse y maldecir a los árbitros cuando la labor del colegiado perjudica sus intereses. A la inversa, la callada por respuesta. Como mucho, recurren al famoso latiguillo que reza “desde mi posición es imposible apreciar tal o cual jugada…”
Por eso es un gran detalle que, entre tanto tópico y fariseísmo, emerja la figura excelsa de un sereno y elegante Ernesto Valverde para saltar por los aires y hacer añicos las justificaciones y los lloros de tanto mediocre que anda suelto. Sus manifestaciones, tras la jugada del “gol” de Messi en Mestalla engrandecen la figura del Txingurri. Así se ha convertido en ídolo, vitoreado en San Mamés, en el RCD Stadium o en El Pireo y respetado en cualquier otro lugar. El técnico del FCB es un deportista con todas las de la ley que valora, con errores o sin ellos, el trabajo de los colegiados. D. Ernesto, Señor Valverde.