Del infierno al cielo para volver a reinar en Europa
El Barcelona caía por 0-2 ante el Wolfsburgo en el descanso y remontó en la segunda parte con el ‘doblete’ de la MVP Guijarro y gol de Rolfö
El Barcelona volvió a proclamarse campeón de Europa después de imponerse al Wolfsburgo en la final disputada en el PSVStadion de Eindhoven ante 33.147 espectadores. Un espectáculo de partido que contó con varios giros de guión inesperado, pasando del drama a la euforia y de las lágrimas de decepción a las de felicidad infinita.
Las azulgrana saltaron al verde con los dientes apretados, con ganas de quitarse la espina de la final perdida en Turín. En apenas un minuto ya habían percutido por banda Mariona y Hansen y Guijarro computó el primer disparo a puerta con un derechazo manso a las manos de Frohms. Sin embargo, fue el Wolfsburgo el primero que mordió. Las lobas aprovecharon un error de Bronze en la salida de balón para, con un zapatazo de Pajor, máxima goleadora de la Champions (nueve dianas), estrenar el luminoso.
Como ocurriera un año antes contra el Lyon, un gol tempranero -en aquella ocasión de Henry- hacía nadar a contracorriente a un Barcelona que debía demostrar madurez por la experiencia adquirida. Tuvo el empate Irene, que cabeceó fuera un córner cuando tenía toda la portería para ella; Bonmatí con un punterón desde dentro del área que se estrelló en el cuerpo de una rival; y Hansen, a cuyo remate a centro lateral de Mapi le faltó contundencia y fe.
Demasiado irregular, como una máquina que ha gripado y le cuesta soltarse, las azulgraba transitaron la primera parte por el verde a latigazos. Ni Salma ni Mariona, que se intercambiaron la posición de falsa 9, crearon peligro ante la sólida defensa alemana, generando sólo el runrún en la grada cuando las extremos llegaban a línea de fondo. El Wolfsburgo, a lo suyo, ejecutó a la perfección su plan de juego. Aprovechó el enésimo desmarque de Pajor en banda zurda para meter un centro al área que cabeceó al fondo de las mallas una Popp que iguala a Hegerberg al marcar en cuatro finales de Champions diferentes. Una leyenda.
En el fútbol se puede pasar del infierno al cielo -y viceversa- en apenas un suspiro. Dos minutos le hizo falta al Barcelona para igualar la contienda. Salió en la segunda parte con el mismo once, pero diferente espíritu. Guijarro se puso la capa de superheroína al marcar dos goles en dos minutos, aprovechando los centros desde la diestra de Hansen y Bonmatí respectivamente, igualando la contienda y reseteando la final.
El trabajo estaba aún a medio hacer, faltaba rematarlo. A 20 minutos para el final se concretó la remontada después de que Rolfö aprovechara una nueva asistencia de Bonmatí, tras un remate fallido de Mariona, para hacer el quinto de la tarde. El público azulgrana pasó del bajón al éxtasis y, a pesar de no dejar de animar durante todo el encuentro, se animó con cánticos en los que pedía la presencia de Alexia y se acordaba del archienegimo Real Madrid.
Los técnicos tardaron en mover los banquillos y cuando lo hicieron. Era una partida de ajedrez en la que cualquier movimiento en falso podía hacer cambiar el sino del partido. Incluso aprovecharon una asistencia médica a Frohms para inventarse un tiempo muerto en el que dar las últimas instrucciones a sus jugadoras. El Barcelona hizo consumir el reloj de arena de la forma que mejor sabe, tocando y mimando el balón intentando que el rival cayera en la desesperación.
El encuentro se consumió con Alexia en el campo. La capitana salió en el minuto 90 en sustitución de Bonmatí, jugó los siete que Foster indicó de descuento y alzó al cielo de Eindhoven el segundo título continental en la historia de este coloso Barcelona.