Se acabó. Ha llegado el momento de replantear uno de los buques insignia del ciclismo como deporte, la proximidad del aficionado con el ciclista. Los acontecimientos que se produjeron ayer en la subida de Alpe D’Huez con Froome primero y con Nibali (retirado) después deben hacer a la UCI plantear la situación.
De la simple agresión o empujón, se pueden pasar a cosas más graves y el mundo en el que vivimos no nos da ninguna seguridad para afirmar que con concienciación, este tipo de sucesos no se van a volver a repetir, sino todo lo contrario, soy de los que piensa que puede ir a peor, ya que la exposición mediática y viral en la que vivimos hoy en día hace que el odio hacia el deportista se multiplique y que, por lo tanto, el aficionado incontrolado actúe con mucha impunidad.
Los hechos de ayer no son algo aislado. En los últimos tres años se han multiplicado este tipo de accidentes que ponen en riesgo la preparación de todo un año de sacrificios y entrenamientos de los ciclistas profesionales. Se perderá espectáculo, es cierto, pero también es igual de cierto que carreras como la Tirreno Adriático o la Criterium Dauphiné, con puertos de Giro y Tour, disputan etapas igual de emocionantes sin el riesgo del aficionado y no sucede absolutamente nada.
No nos engañemos, al final el ciclismo es un deporte de televisión. Yo lo tengo claro.