Un palazo monumental
España se va del Mundial de Qatar sin meter un penalti en la tanda ante Marruecos en un partido en el que cayó de nuevo en el vicio del pase sin el remate
Artículo 1 de un Mundial. Antes o después aparece una tanda de penaltis, el sinónimo de la cardiología en el balón. Como en México 1986, Corea 2002 y Rusia 2018 España deja la competición en una especialidad a la que llegó con el susto en la cara. La selección no metió ninguno de sus tres lanzamientos y convertía a Bono, con dos paradas, en un héroe. Un palazo monumental, tanto como el remate de Sarabia a la madera en el último minuto de la prórroga.
España se marcha del Mundial con una victoria ante Costa Rica, un día en el que se abrió el cielo antes de tiempo. Desde ese día se entró en una cuesta abajo que terminó en una ruleta mortal contra Marruecos. No se debió llegar ahí en ningún momento. La selección se enmarañó en su habitual ración de pases. No es un topicazo: sin tirar a puerta no se puede ganar un partido.
Se celebraban los 44 años de la Constitución española y de paso del Mundial de Argentina, aquel en el que España no pasó de la primera fase por una travesura de Hansi Krankl y el célebre ‘no gol’ de Cardeñosa ante Brasil. Tras la derrota del pasado verano en Wembley, la selección española escribió otro capítulo de desgracia. Hay que acostumbrarse de nuevo a ganar. Se tarda mucho en recuperar ese vicio.
Derecho a la propiedad privada. Marruecos entregó a España un latifundio para que comprobara el material del balón, una película muy vista en el gremio de entrenadores. La selección no avanzaba yardas. Poseía el balón, pero no controlaba el partido. Las selecciones exóticas que iban a los Mundiales a pedir camisetas son historia. Marruecos, ante el partido de sus vidas, tenía un plan y lo ejecutaba bien.
Luis Enrique había apostado por la foto de Costa Rica con el cambio de Marcos Llorente por Azpilicueta en el lateral derecho, la posición en la que menos cómodo se encuentra el comodín rojiblanco. En esa finca se encontró con un intruso peligroso, Boufal, el jugador más hábil de Marruecos, capaz de hacer un nudo a una hormiga. El interior, ex jugador del Celta, repartía pimienta por las cercanías del área española.
Los envíos de Jordi Alba
En la otra parcela Jordi Alba disputaba un minipartido con Ziyech, el diablo del Chelsea, con una pierna izquierda en la que se mezclan la precisión y el cianuro. El lateral izquierdo empleó su periscopio para conectar con Asensio al que puso un balón de diamantes que el balear estrelló en el lateral de la red.
Ante la gendarmería marroquí en el mediocampo con Amrabat, Amallah y Ounahi, esa sociedad de zurdos era una buena manera de asustar a Bono, que en su juego de pies hacía temblar Rabat y alrededores. El reloj chupaba minutos y Marruecos también arañaba con un remate de Ounahi.
Si el partido hubiera sido de balonmano el arbitraje se habría inflado a pitar juego pasivo. Marruecos se fue aculando sobre Bono y España recorría el campo de lado a lado a velocidad de balón de caracol a la búsqueda de un resquicio. Faltaba regate y atrevimiento en una partida de ajedrez para especialistas. Con ese ADN en el partido cada remate se podía celebrar con una cabalgata.
Luis Enrique removía el avispero con la entrada de Carlos Soler y Morata por Gavi y Asensio. Para un escenario en el que Jordi Alba coleccionaba envíos al área el ariete era imprescindible. Nico Williams relevó en la banda derecha a Ferran Torres, impreciso durante toda la función. El interior del Athletic apareció con una tuneladora. Un jugador distinto para desatascar la tubería marroquí.
El despliegue de Amrabat
La ruta de los penaltis, territorio de lágrimas y risas en la selección española, asomaba al fondo. Marruecos había renunciado a 50 metros de césped. No había noticias de Unai Simón salvo en algún sobresalto con los pies. Estaba en el guion.
Se abrió la puerta de la prórroga, el reino del calambre, con un dominio español agobiante sobre una escuadra marroquí sostenida por los quince pulmones de Amrabat, un futbolista antimarketing que desplegó una exhibición fisica memorable.
Había reparto de sustos en las áreas. Con las medias bajadas en el césped y en los salones Cheddira regalaba un gol ante la tibia de Unai Simón. España se volcaba sobre el canódromo montado por Nico Williams. Sarabia enviaba al palo en la última ocasión del partido. Esperaba la tanda de penaltis, la tómbola de la gloria para Marruecos.