El equipo de Flick da una lección táctica en el Bernabéu y se impone con goles de Lewandowski (dos), Lamine y Raphinha. La defensa en línea destruye al Madrid como hiciera el Milan de Sacchi
El Barcelona conquistó el El Clásico en el Santiago Bernabéu a puro fútbol. En la semana que medía la asombrosa presentación azulgrana, el Barça dejó al Real Madrid fuera del juego con su defensa adelantada, su disciplina táctica y su superioridad en casi todas las facetas, también en el despliegue físico. Corrió más y mejor que un Real Madrid que se mantuvo durante el primer tiempo, pero que se desplomó en un segundo acto pésimo. Salen malparados entrenador y futbolistas, pero sobre todo Mbappé, que escuchó sus primeras protestas desde que viste de blanco. Cayó en fuera de juego ocho veces, desesperando a su hinchada. Tampoco acudió al rescate esta vez Vinicius, que recogerá su Balón de Oro mustio, consciente de que su equipo no marca el paso. Se queda a seis puntos, pero la distancia del Barça en fútbol es, hoy por hoy, abismal
Algo había en el Barcelona de Flick que despertaba las pesadillas más crueles en el madridista veterano. Esa presión feroz, esa línea adelantada, casi al centro del campo, esa precisión quirúrgica de sus puntas… Ningún barcelonista extraña el estilo de toque y posesión, ni pone un pero al hecho de que su equipo recuerde más al que entrenó Sacchi a finales de los ochenta que al de Cruyff. Aquel equipo italiano destrozó el sueño del Madrid de la Quinta en la noche aciaga de San Siro. El equipo azulgrana, asombroso en el arranque de la temporada, llegó como líder al Bernabéu y salió como favorito. A LaLiga, a la Champions y a todo lo que dispute. Sin apenas fichajes salvo el estupendo Dani Olmo. Con bajas relevantes. Imposible lograr más en menos tiempo.
Pero que quede claro que el primer tiempo estuvo ajustado. Todo apuntaba a una tormenta de goles y esa mitad, espectacular, se saldó un par de tiros a puerta. Literal. Y con todo, fue un primer acto espectacular, repleto de detalles técnicos y tácticos estupendos. Empezando por el de Raaphinha de ganar el sorteo y cambiar el campo de salida. Es verdad que los dos remates fueron azulgranas, uno de Lamine en mano a mano que resolvió reguleras y que parecía fuera de juego, pero como no marcó, no se revisó. El otro fue de Pedri, al cuerpo de Lunin. No se piensen, no obstante, que el Madrid no tiró, pero todos sus intentos murieron en el banderín del juez de línea, dando fe de la efectividad de la defensa en línea culé.
Salió Ancelotti con cuatro en el medio, pero con Bellingham en la derecha, lo cual resta algo de prestancia a la BMV. El inglés curra a destajo, y como tenía que vigilar a Balde, no le daba la vida. La instrucción era buscar a Mbappé y Vinicius en largo. Kylian cayó en la trampa hasta en seis ocasiones, la mayoría muy claras. En un tipo tan explosivo acertar el tempo del pase es cuestión de centésimas de segundo. Las que faltaron en el pase de Lucas que el 9 convirtió en el 1-0, la única posición ilegal que no detectó el asistente y que sí destapó el VAR a la media hora. No fue la más clara del Madrid, que pudo adelantarse si Vinicius hubiera coronado un jugadón, eludiendo a Koundé y Cubarsí, con pase a Mbappé en vez de buscar el gol por el ángulo corto. Se le fue al lateral de la red.
Jugó bien el Madrid. Sólido, como no había hecho demasiado hasta la fecha. Y jugó bien el Barça. Disciplinado, como había hecho en lo que llevamos de temporada. Brillaron en la salida Pedri y Casadó, pero le faltó esa efectividad que mostró ante el Bayern. La tuvo Lamine en la oportunidad antes mentada. La tuvo Raphinha, que se fumó el tiro cuando Balde le doblaba por su izquierda. Le faltó contundencia defensiva en los duelos, especialmente Cubarsí, algo extraño en el central.
Flick agitó el avispero en el descanso para ganar peso en el centro del campo. Había visto Casadó tarjeta en el último lance del primer tiempo, y cuando De Jong calentó a fondo en el descanso pareció el cambio natural. Pues no. Se quedó en la caseta Fermín, lo que llevó a Pedri más arriba. Pleno. Antes del cuarto de hora, una falta en la medular cayó en los pies de Casadó que leyó el desmarque de Lewandowski y el polaco completó, sin atención de los centrales y habilitado por Mendy. La diferencia entre aplicarse al tirar la línea o no hacerlo. Sin tiempo para reponerse, el Barça volvió a circular, tocó De Jong para Balde en banda, centro templadito y cabezazo espléndido de Lewandowski, completamente solo. Ni Militao ni Rüdiger le estorbaron siquiera.
Entró Modric por Tchouaméni, buscando el último pase para la arrancada de los puntas en velocidad. El primero lo dio Vinicius, pero Mbappé falló el mano a mano que valía. También ingresó Dani Olmo para reventar el partido y agrandar la goleada. Porque aparece como nadie entre líneas, y sin Tchouaméni el Madrid estaba ya partido. Olmo leyó el desmarque de Raphinha, le dio el pase en el momento justo y el brasileño entregó el gol a Lewandowski, solo. La estrelló en el palo. Increíble. Como la posterior, a pase de Lamine esta vez desde la derecha. Se le fue arriba.
Pudo descontar Mbappé y dar vida a un partido que, por fútbol, estaba muy decantado. Filtró Modric y Kilian se preparó el remate para estrellarlo en las piernas de Iñaki Peña. Marcó uno, es cierto, pero volvió a arrancar en fuera de juego claro. Quien no perdonó más fue el Barça. Raphinha, una amenaza permanente, aprovechó otra indecisión en defensa para ceder a Lamine Yamal, que controló y remató con la derecha a la escuadra. Se giró a la grada, celebró y no pasó nada. Deshilachado el Madrid llegó el cuarto en el tramo final, redondeando Raphinha una actuación estupenda. Se fue de Lucas y colocó suave sobre Lunin. El cuarto. Una victoria histórica que refleja la distancia exacta entre el líder y el anterior campeón. Manda el Barça. Y con una autoridad insultante. Es lo que hay.