Después del empate de ayer ante Las Palmas, seguramente podemos empezar a afirmar con rotundidad que el Barça pasa por el peor estado de forma de la temporada. Son ya muchos los partidos donde (con excepción del Girona) el equipo no encuentra frescura futbolística y lo vende todo a la genialidad de Leo Messi.
Errores arbitrales a parte (lo de Mateu Lahoz de ayer es un homenaje al egocentrismo) Valverde lleva tiempo sin tocar la tecla adecuada con las alineaciones. El vasco ha demostrado un gran temple en la primera parte de la temporada, pero es ahora donde debe saber gestionar el vestuario y el equipo empieza a enviar señales muy parecidas a las de los últimos años por estas alturas: agotamiento físico y con una incapacidad preocupante de la segunda unidad para sacar los partidos adelante.
No se entiende que teniendo a Coutinho en la plantilla (solo puede jugar en Liga) no jugase ayer de inicio ante Las Palmas, sabiendo que los de Jémez iban a plantear una lucha por el balón de tú a tú. Tampoco se entiende la insistencia con Paulinho o Aleix Vidal, dos jugadores sin nivel Barça, que pueden ir bien para momentos puntuales como revulsivo, con partidos rotos, pero jamás para poder controlar el partido de inicio.
Otro de los que ayer jugó condicionado por la acumulación de tarjetas fue Luis Suárez, que estuvo pendiente de no ver esa amonestación trágica que hubiese hecho que se perdiese el partido frente al Atlético de Madrid.
Hace una semana leíamos que en Can Barça había prisa por ganar la liga para así centrarse en la Champions League, una mala decisión que está haciendo que el equipo no se sienta cómodo y Valverde no acierte con la administración de la plantilla, el mismo problema de Luis Enrique en los dos últimos años.