Muere Manolo Santana, el gran pionero del tenis y del deporte español
Fue número 1 del mundo en 1965 y campeón de Wimbledon en 1966
Manolo Santana, el gran pionero de deporte español número 1 mundial del tenis en 1965 y campeón de Wimbledon en 1966, ha fallecido a las 83 años de edad. Se lo ha llevado la enfermedad de Parkinson. Una indisposición, tras terminar de comer, fue fatal. En su legado queda el edificio que hoy es el tenis y, prácticamente, el deporte español. Antes de Santana, el deporte, la práctica del deporte, era en España un hecho minoritario y, a nivel internacional, el deporte español no existía salvo alguna excepción en modalides ‘clásicas’: el fútbol, el boxeo, el ciclismo…
Manolo Santana nació en Madrid, en 1938, en plena guerra civil. Hijo de un modesto electricista que al término de la guerra fue encarcelado como partidario del bando derrotado -sin más motivo que haber pertenecido a un servicio militarizado, como era el tranvía de Madrid-, la familia Santana Martínez no se contaba entre aquellas que podían practicar deporte, y menos uno tan elitista entonces como el tenis.
Pero cerca del hogar familiar, en la madrileña calle de López de Hoyos, se ubicaba el Club de Tenis Velázquez. Allí, elegantes señoras y señores socios practicaban un deporte elegante, con vestidos blancos y largos pantalones de franela. Algo que al pequeño Manolo, cuando pudo verlo, le pareció un ballet. Y pudo porque su hermano Braulio encontró allí trabajo como recogepelotas y cada día Manolo iba a llevarle el bocadillo y se quedaba a mirar.
Manolo pasó también a ser recogepelotas, a cambio de algunas pesetas que venían bien a la modesta economía familiar. Y en los torneíllos que entonces jugaban, empezó a destacar. Jugaban con bolas viejas y cualquier material a mano. Manolo se hizo una raqueta con una silla vieja. Después, un generoso señor socio le regaló una raqueta vieja, con el marco combado. El primer trofeo que ganó fue el torneo que allí jugaban los recogepelotas. Cuando en 1999 falleció doña Mercedes, su madre, Manolo puso aquella copa en su ataúd. Manolo siempre dijo que todo que fue en la vida se lo debio al ejemplo de su madre.
En aquellos años 50 no había ni centros de Alto Rendimiento, ni detección de talentos, ni cosa parecida. Pero Manolo contó con la ayuda de un grupo de socios del club: la familia Romero Girón. Pudientes, ofrecieron a doña Mercedes ‘adoptar’ a Manolito: tendría estudios, manutención, iría todos los días a comer a su casa, y le proporcionarían los medios para progresar en el tenis. Llegaron a construirle un ‘CAR’ individual en un pueblo de Cuenca en el que poseían una explotación maderera. En ese pueblo, abandonado hoy, se conservan los vestigios de la pista.
Y Manolito progresó. Aún llevaba ese nombre cuando en 1956 fue campeón de España junior. Pero ya era Manuel, o Manolo, Santana, cuando en 1961 ganó Roland Garros. A la vuelta sólo un grupo de socios del Velázquez estaba en Barajas para recibirle, y Manolo lo comprendía porque «por entonces en España no se sabía si la bola de tenis era redonda o cuadrada».
Pero luego sí, a Manolo le conocieron bien. Ganó Roland Garros en 1964, otra vez. Ganó Forest Hills (hoy el US Open) en 1965 y en 1966, Wimbledon, la Catedral. Manolo ya era Supermanuel, era el ídolo de un país y era quien estaba, aunque en aquel momento aún no se daba mucha gente cuenta, quizá ni él mismo, que estaba enseñando a los demás que un español también podía ir a ganar al ‘extranjero`.
Manolo, como ídolo que era, era recibido por Franco en El Pardo, y el mismo Invicto Caudillo que había encarcelado a su padre le dijo «Santana, bien triste fue lo que pasó con su padre [que murió a poco de salir de la cárcel] pero a veces en las guerras pagan justos por pecadores«. Esas palabras son las únicas de ‘disculpa’ por la Guerra Civil, que se supo que Franco pronunciara, y se las dijo a Santana.
Pero otra persona sí reconoció todo lo que Santana podía aportar a nuestro deporte: Juan Antonio Samaranch. En esos años 60 Santana y Samaranch colaboraron implícita y explícitamente para promover la práctica del deporte, la famosa campaña ‘Contamos Contigo’: Santana fue uno de los rostros de esa campaña y cuando en esos años 60 le llegó la llamada del tenis profesional -en aquellos momentos el tenis amateur y el profesional eran mundos diferentes-, Santana le convenció para que difiriese su paso al ‘lado’ de los Laver, Rosewall y compañía, que estaban esperando a su mágica muñeca. Samaranch le convenció para que no pasase aún a profesionales por dos razones fundamentales: conseguir que el tenis fuera olímpico y que España brillara en la Copa Davis.
Y en 1965 y 1967 Manolo capitaneó a la selección española hacia la Challenge Round, la final de la Copa Davis en el formato de entonces, en dos grandes cabalgadas que tuvieron al país en vilo. En las Navidades de aquellos años, fechas en las que se jugaba el torneo, España jugó dos finales en Australia que mantuvieron al país en vilo. Se cayó en ellas, pero bien puede decirse que dieron a luz al tenis español tal y como ahora lo conocemos, porque todo el mundo compró raquetas y las pistas de tenis dejaron de ser patrimonio exclusivo de los clubes privados. En México 68 Santana ganó una medalla de exhibición. Samaranch no logró que el tenis fuera olímpico mientas Manolo estaba en activo: eso llegó en 1988 pero en Barcelona 92, cuando Jennifer Capriati ganó un oro para Estados Unidos, en su banquillo estaba Santana.
Manolo Santana se retiró en 1973 pero en 1979, en un fugaz retorno en los Campeonatos de España, llegó a cuartos de final. Después se dedicó a sembrar tenis, desde su ‘retiro’ de Marbella, donde ha fallecido. Un retiro que no fue tal, claro, porque fue capitán de Copa Davis en varios periodos y en el último, que acabó en 1999, puso las bases para el primer triunfo español en el torneo de la Ensaladera, dirigiendo a Mantilla, Clavet y Julián Alonso en una dificilísima promoción en Nueva Zelanda. A la vuelta le cesaron del cargo. Quizá el revés más amargo que el tenis le diera a Manolo.
Después estuvo al frente del Mutua Madrid Open, nada menos que un Masters 1.000, puesto en el que hizo valer toda su bonhomía, todo el prestigio y todo el cariño y admiración que se ganó, bien ganado, a lo largo de 70 años de tenis.
Gracias, Manolo. Por todo.