Poca euforia. No más de 1000 aficionados en Canaletes. Entre una parte del barcelonismo todo parece normal y cotidiano. Como si ganar un doblete se lograra todos los días y fuera, simplemente, coser y cantar. Si en 119 años de historia, el FC Barcelona “solo” ha podido levantarlo en 8 ocasiones, el reto no será tan sencillo como algunos quieren aparentar. Tal y como se ha radicalizado el fútbol de hoy en día, da la impresión que si no levantas la Liga de Campeones, no eres absolutamente nadie. Y tampoco es eso. Con el debido respeto al primer torneo futbolístico del continente, sumar, en la misma temporada, la liga y la Copa del Rey me parece de una importancia superlativa. Sobre todo porque el curso arrancó con un auténtico tsunami en su máxima dimensión. Recuerden la inesperada espantá de Neymar, el no fichaje de Verratti, la criticada llegada de Paulinho Becerra y el multimillonario desembolso por un Dembelé que ha sido pieza testimonial de los títulos, entre otras cosas, por su escaso rendimiento y sus constantes problemas físicos y de adaptación. Además, la llegada de Countinho no se certificó hasta bien entrada la temporada, en pleno mercado de invierno. Por no poder fichar, no pudo ni concretarse la operación Di María. El escenario, por tanto, no nos engañemos, apuntaba a lo peor porque, para todavía más lamentaciones, el Real Madrid ganaba las Supercopas de España y Europa y, meses después, el Mundial de clubes. Como para echarse a temblar.
Pero justo, en ese momento, emergieron dos figuras providenciales, fundamentales, la del mejor jugador del mundo y la del recién estrenado técnico, para tirar del carro y liderar al resto del grupo. Messi volvió a destapar el tarro de sus mejores esencias, marcando las diferencias necesarias para reinar, de nuevo, como el gran astro del firmamento futbolístico. Ernesto Valverde, desde la tranquilidad y la calma, dirigió la orquesta con personalidad y sentido común. Renunciando, en ciertas ocasiones a la liturgia del intocable 4-3-3, el Txingurri buscó siempre el mejor planteamiento táctico, en función del rival y del partido en cuestión, con carácter y decisión.
Ha caído la Copa del Rey, con un fútbol “cum laude” en la final del Metropolitano. Con la liga en el bolsillo, ahora se buscará la excelencia de la imbatibilidad, reto que todavía nadie ha conseguido.
Temporada de notable alto, muy alto. La nefasta noche romana, donde fallaron del primero al último, del entrenador a cada uno de los jugadores, no puede empañar y mandar al traste un año magnífico para la parroquia culé, independientemente de lo que hagan o consigan otros. Un doblete, amigos, es mucho doblete.